sábado, 28 de abril de 2012

Concurso literario de Relatos, Biblioteca Municipal de Oropesa del Mar











          A inicio de abril se publicaron las bases del Concurso de Relatos arriba referenciado.

          Se me ocurrió optar a él y elegí como tema la tragedia del Titánic, relatada en primera persona, por tanto por él mismo...

          Alentado y enriquecido el relato por Teresa, amiga especial, gallega y con una sensibilidad singular
, avanzó el escrito bajo el título: ...¡soy del mar!... .  Se presentó en tiempo y forma bajo el seudónimo de Roco y mi sorpresa, gratísima sorpresa, es que ha sido elegido como ganador.

          Hoy fue la Presentación de los relatos ganadores en tres categorías: niños, niños mayores y adultos, junto a los de poesía.. Recibí el galardón por parte del Jurado entre los que se encontraban las Concejalas de Cultura y Mujer y emigración representando al Ayuntamiento, asistiendo al acto público de la Biblioteca.

          http://www.lasprovincias.es/v/20120504/castellon/premios-literarios-recaen-nogues-20120504.html

          Siempre me gustó la palabra escrita y el hecho de ser mi primera incursión en este mundillo literario, modestísima incursión, y recibir el favor de su elección como el mejor relato presentado, me estimula a proseguir en esta divertida afición para la que ya tengo temas en la recamara. Espero que mi Musa esparza su polen por los espacios donde se mueven las palabras y la fantasía, ayudándome a que la inspiración permita disfrutar de esta pequeña creatividad.

          Teresa, cuento con esa competición amistosa comprometida entre ambos y con ella avanzar modestamente en esta parcela del pensar y expresar.


El relato:

...¡soy del mar!...

          Me concibieron indestructible...me crearon orgulloso...me vistieron con las más bellas ropas...fuí deseado por los más poderosos...pero me faltó lo más importante...poder decidir con libertad.
          Tras una larga gestación, respiré a pleno pulmón un 31 de mayo de 1.911. Mi nacimiento fué todo un acontecimiento mundial; no hubo prensa escrita que no hablase de ello, ni emisoras de radio que no lanzasen al viento mis virtudes. Hubo infinidad de peticiones para asistir a mi presentación en Sociedad y disfrutar de esos primeros momentos, pero solo unos privilegiados consiguieron acompañarme en ese mi primer viaje sin imaginar que la tragedia se cernía sobre mi y les arrastraría a ellos irremediablemente.
          Nací seductor, elegante, ágil dentro de mi envergadura; podría decir...orgulloso. Era incomparable, todos me deseaban...nadie llegaba a mi altura. Era punto de referencia.
          Fuí vestido con las más sofisticadas prendas, cuidado al detalle. Mi cuerpo estaba dotado con los órganos más potentes. De nada sirvió tanto esmero, tantas ilusiones depositadas en mi. Confiaron todo ello a una voluntad ajena a la mía... me privaron de determinación propia. Yo era un mero asistente a esa brevísima existencia. Me incapacitaron para reaccionar, yo no me pertenecía a mi mismo; era simplemente un carísimo juguete en manos de la especulación, del boato, de la estadística y la soberbia. Y todo eso me llevó al desastre.
          Lo recuerdo como si fuese hoy...eran las 1:30 horas pm del día 10 de abril de 1912 . Amaneció una mañana agradable; a mi alrededor se encontraba una multitud ataviada con sus mejores galas: ...magnates, autoridades, acompañantes en mi bautizo.... El color
y la música se hacían dueños del espacio... murmullos, risas, nervios...
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          Mil emociones llenaban el pecho de cada uno de ellos; gentes de muchas edades y sexos, con los ojos brillantes de entusiasmo.
          Todo ello me producía tal estado de embriaguez que me aturdía. ¿Cómo pensar que todo aquel indescriptible espectáculo sucedía por mi causa?. Es difícil encontrar explicación a tanta enajenación desde uno mismo. Era YO el protagonista, el que atraía cualquier mirada y comentario, el eje sobre el que giraba aquella locura colectiva. Y ni siquiera hoy puedo comprender como llegaba a mi tal número de alabanzas, de elogios, … ¡no entendía nada!...
          Mi bautizo no fué a la antigua usanza.
          Era un recién nacido y a pesar de ello tenía el poder de percibir cada sensación individual... si, miles de sensaciones de aquella masa entraban en mi mundo perceptivo, una a una, y eso me hacía sentir único, especial... privilegiado. Y de esta manera tomaba contacto con ellos como mis invitados. Míos tan solo...
          Pero por encima de todas estas consideraciones, un aroma especial, como imprescindible para seguir latiendo mi corazón, llegaba con extrema potencia a mi tierno olfato,,, .El mar y sus esencias me rodeaban como acunandome. Denso y a la vez ligero. Lo acre de la sal, olor a maromas y petróleo... ¡oh Dios... que delicia...que placer...! era como flotar. Aquello inundaba mis pulmones, y a través de la sangre se fijaba en cada una de mis células, formando parte inmediatamente de ellas mismas. Una simbiosis indescriptible que a pesar de mi corta existencia comprendí que no podría ser jamás nada sin ella.
          Noté como en un momento dado, tras unos brindis y unas palabras de alguien que desconocía, atronaron miles de aplausos.
         Y como en un mundo de extravagancia gran parte de los presentes penetraban en mis 
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entrañas...cargados con maletas...perfumados y llenos de entusiasmo...formándose un trasiego grandioso que me aturdía... una invasión pacífica que sin saber por qué me hacía sentir su gran anfitrión. Todo aquello era surrealista... como si tan solo se produjese en mi mente y no estuviese sucediendo realmente.
          Notaba sus latidos, sus manos me acariciaban al paso y su aliento inundaba mis entrañas...
          Percibí emociones sumamente diversas: … proyectos... esperanzas... intentos de olvido..., con tal intensidad que mi extraña alma absorbía y transformaba como propias estas vivencias ajenas.
          Algo... alguien, me hacía intuir que en mi interior un micromundo vivía sus ilusiones.
Recuerdo los aromas de cada espacio...una cocina exquisita, selecta...un comedor jubiloso y cuidado, deferente...escuchándose las cadencias musicales de la orquesta que provocaba sensaciones gratificantes...historias de amor... pasiones...reencuentros, de esperanzas en forma de sueños...
          Un submundo rico, múltiple.
          ¡Cómo me hacen vibrar aquellas veladas de baile, de idilios, de sentidos... de pulsos acelerados, de besos , caricias, amores, deseos contenidos y también, nostalgias, evocaciones, miles de recuerdos, con tristezas, incertidumbres ... mirando hacia un futuro incierto pleno de interrogantes, ilusiones y propósitos!.
          Y como sobrevolando todo ello, flotaba en el ambiente el sonido cadencioso de una orquesta fiel a los cánones, lleno de profesionalidad y elegancia, que amenizaba con su música creando un ambiente de magia en la imaginación, llenando de esencias cada nota...ayudando a dar salida a tantas emociones contenidas. Sirviendo de cuna a algunas
pasiones crecientes.
          Lo viví todo en una especie de cercanía distante, espacio a espacio, 
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incomprensiblemente nítido sin interferencias dentro de lo múltiple...separado a la vez que en su conjunto, como un sueño deseable, gratificante donde yo figuraba, viviendo sin
quererlo historia a historia, aventuras, veladas impensables.
          Contrastaba el intenso frío exterior, brisa helada...cortante, con el calor de mi interior, apacible y relajante.
          Algo fluye en mi alma que me agobia, me atosiga..., no llego a definirlo, es tan solo una sensación que me inquieta. Un presagio sangriento que hace estremecer el alma recién formada.
          La oscuridad externa se hace densa,...muy densa, hace temblar mis fibras íntimas más emocionales... Algo irracional, inexplicable, desconocido empieza a invadirme. Una sensación de desconfianza...desazón...miedo..., me estrangula, pero no puedo hacer nada, me siento alguien..algo... dirigido desde fuera . Siento pero no me pertenezco, no me dejan activar mis mecanismos de defensa. Me considero un juguete sofisticado, con el alma desconectada de mis posibilidades de reaccionar, de cambiar los acontecimientos..., de ser dueño de mí.
           Percibo pero no puedo responder. Gozo y sufro en la misma medida. Soy solo fibras ...sentidos...alma, pero sin conexiones motoras. En mi corta existencia los acontecimientos se han sucedido a un ritmo vertiginoso, desenfrenado.
          Observo mi interior. Reviso y analizo mis respuestas... y eso me hace notar escalofríos.        Los datos son difícilmente medibles, desorbitados...En mi complejidad falla la seguridad, la previsión, la preparación de quienes organizan mi devenir. El propio éxito, les cierra la mente, No se corrigen errores, obvian la seguridad...¡nada puede ocurrir!, piensan. La propia grandiosidad desequilibra el riesgo. La confianza es excesiva, irracional... Todo es euforia...y datos económicos. Pensar en lo demás es utopía, lo espectacular prima sobre lo seguro.
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          Y al frente colocan al capitán, Edward John Smith... cuya experiencia en
responsabilidades similares es impecable...
          Soy lo que soy..una máquina “perfecta”. Tan perfecta como limitada, repleta de folios descriptivos, artículos a centenares, planos y mas planos... pero la seguridad no se cumple, las limitaciones se sobrepasan y los riesgos afloran por doquier. No se tienen en cuenta...solo se cumple lo realizado con el lujo, con lo suntuoso...
          En el exterior, el entorno es más y más agresivo; el frío llega a extremos de alto riesgo...se hace cada vez más provocador, gélido, peligroso. La luz que me rodea descubre como las amenazas se hacen evidentes a ritmo exponencial.
          La “fiesta” contagia al control, minimizándolo, y ese relax, esa laxitud irresponsable
lo empuja al drama. Como una tragedia griega. ¡Se palpa... es inexorable!.
          El entorno se hace caótico. Todo apunta a la atención extrema, al cuidado por otra parte selectivo, al control exhaustivo no aplicado. Mi alma temblaba. Mi cuerpo de acero, de maderas nobles, de pan de oro, de lámparas de cristal de bohemia, de sedas y tapices, de alfombras persas, cuadros de firmas millonarias, decoraciones exquisitas, detalles cuidados al extremo y miles de objetos más estaban en peligro. Todo aquello que fué mimado al extremo en su elaboración y montaje, lo que fué mirado con lupa, olvidó lo más elemental...la seguridad, “Mi seguridad”... .
          Pero sobre todo, miles de personas confiadas tenían sus vidas pendientes de un hilo, cada vez más fino... y … nadie pensó en ellos.
          Yo era toda una ciudad. Un hotel grandioso preparado para travesías oceánicas
largas en el tiempo...dispuesto para cumplir las mayores exigencias, las máximas expectativas...
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          ¡Ocio, relax, placer, sueños...inquietudes!.... Todo lo imaginable...el ying y el yang...el arriba-abajo...
          Nadie quiso pensar en el riesgo de una ciudad sin cimientos ni pilares... donde el
inmenso mar era su única base, “su firme” inconsistente, su solo apoyo. Un apoyo vital, pleno de colores, de esencias y cambios constantes, siempre nuevo y abierto. Pocas veces seguro y las más perverso,,, pero nunca neutro, ni apático...y menos aún muerto, pero inconsistente al fin.
          Aunque por encima de todo ello, ese era mi mar, mi sueño, mi destino, el descanso final cuando ya mi corazón dejase de latir. El cementerio de mis andanzas...mi paraiso en la eternidad.
          El compás de ese corazón era fuerte, rítmico, vibrante. Latía sin cesar y empujaba mi pesado cuerpo por esa carretera sin delimitar, orientado por estrellas invisibles y magnetismos intocables.
          Pero algo extraño se movía en mi interior, como un fatal presagio... . El bombeo de mi corazón, de mis órganos vitales acusaba un esfuerzo inhabitual. Todo mi cuerpo se balanceaba a uno y otro lado...
          Fuera...la mar tranquila me movía dentro de una oscuridad increíble... sentía frío, un frío gélido que penetraba increíblemente por mi piel. No había batir de olas y esas relajadas aguas me lamian sin cesar … como colaborando con mi protección. No obstante, cuchillos de hielo cada vez de mayor tamaño arañaban mi estructura, , ...nada se movia a mi alrededor y la oscuridad se cerraba más y más. Solo se percibían luces blancas, como botones de mi traje impecable. Los golpes en mis costados y en mi frente me hacían subir y bajar suavemente la proa con la majestuosidad de las ballenas en sus viajes de apareo...hundiéndose en las aguas para reaparecer poco más tarde apuntando
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al cielo...elevándose como un enorme minotauro, para volver a caer dejando mi cola al viento, arrastrando una amplia estela plateada. Y asi, ritmicamente, llenándolo todo de
toneladas de espuma blanca que se confundía con el hielo amenazador.
          En cierto momento sentí voces temerosas...que se transformaban en angustiosas
alarmas... carreras de hombres uniformados ratificando mis temores...¡Dios ...eran fundados!... la tragedia se iba confirmando. Las comunicaciones se sucedían de forma desesperada. Todo yo estaba agitado...a pesar de esas sensaciones relajadas y festivas de mis invitados. La música seguía sonando...las gentes bailaban....el luminoso resplandor del comedor y sala de danza no apuntaba en absoluto a la tragedia que se cernía sobre todos ellos. ¡Y sobre Mi!.
          Los pitidos de las comunicaciones con el exterior sonaban como el tableteo de fusiles ametralladores... era un SOS repetido hasta la saciedad... . La alerta estalló rabiosa... algo inevitable se iba a producir en poco tiempo...y mi propia magnitud, ese cuerpo seguro, majestuoso, único, envidiado... no estaba diseñado para maniobrar con ligereza...era torpe como un luchador de Sumo. Y en esos momentos previos a la tragedia se contabilizó algo inaudito: en ese inevitable y horrendo impacto próximo a producirse, las previsiones de invulnerabilidad fallaron de manera encadenada;...en medio de aquel caos inminente, la evacuación de mis ocupantes no tenía garantizada más seguridad que para uno de cada tres. Dicha solidez aireada en todos los medios de comunicación, sobre mi diseño, confió a los responsables de mi existencia y se escatimaron medidas básicas, esenciales para desplazarme en un medio tan peligroso como delicioso para mi: el mar... un océano imprevisíble, potente...y en aquellos momentos amenazante hasta el extremo.
         El miedo habitaba en los ojos de los vigías que deseaban que todo fuese una falsa
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alarma, observando aquel bosque de placas de hielo de tamaño increíble; sus contornos afilados amezazaban mi estructura externa como puñales cortantes y gigantescos,... los focos se movían de uno a otro lado oteando el horizonte, movidos por manos
aterrorizadas... con giros nerviosos...confirmando el creciente volúmen de las
masas sueltas de hielo, como islas blancas que escondían bajo ellas la parte más voluminosa de su existencia. Mi cuerpo crujía imperceptiblemente ..retorciéndose como si de un megamuelle se tratase...
          Los médios técnicos de detección confirmaron como el enorme cíclope helado se encontraba en el camino inevitable de mi desplazamiento. ¡No cabía maniobra alguna!... . Mi cambio de rumbo, por la falta de agilidad suficiente, no evitaría el impacto...
          Se confirmó visualmente su espectro en la lejanía... a menos de 500 metros, impresionante, erguido, agresivo, blanco y hasta majestuoso... avanzaba a la deriva frente a nosotros; aún en la distancia. Cundió el desespero en la oficialidad y entre la tripulación...el presagio se confirmó con toda su dimensión ...la catástrofe era a todas luces inevitable...segundo a segundo más cercana. El capitán dió ordenes a los oficiales de máquinas para que maniobrasen con un viraje a babor y un todo atrás... a continuación un nuevo viraje a estribor...desesperado, pero... todo fué en vano. La colisión era inevitable.
          Mientras, la música seguía sonando dulce y cadenciosa...haciendo vivir a los pasajeros una noche alegre … inolvidable... . Si, inolvidable y dramática para gran número de ellos. Como una tragedia griega las coordenadas del drama se estrechaban.
          De pronto...¡el estruendo del impacto!.., seis heridas...seis navajazos salvajes,

desgarradores, se produjeron sobre mi costado, enérgicos en grado sumo, filantes, hondos...y mi organismo se resquebrajó en medio de unos chirridos ensordecedores.
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          Todo yo me tambaleé... me agité mordido por aquel monstruo helado y en mi interior, hasta aquel momento inquebrantable, toneladas de agua inundaban aquellos espacios “herméticos” rompiendo ruidosamente sus mamparas y facilitando así aquel diluvio interno que todo lo arrasaba, indolente ante su poder destructor... (entraban entre 350 y 450 toneladas de agua del mar por minuto).
          Mi cuerpo se partió en dos.
          Aquella paz interior, la música, las conversaciones relajadas, las caras de felicidad
se tornaron en espantosos gestos de incredulidad y pavor... carreras hacia ningún sitio, la mayoría vislumbrando aquel drama inexorable, a la búsqueda de salvar sus pertenencias, de rescatar a sus familiares, esposos, padres, hermanos, hijos, amigos..., que se encontraban ajenos a todo en sus camarotes. Los gritos se multiplicaban...La orquesta siguió sonando, sin cesar, como si nada pasase...intentando aportar calma en un desordenado caos de carreras, gritos, lloros, exclamaciones, juramentos...todo lo más aterrador que imaginarse pueda estaba alli presente, en un infierno de Peter Brugel reeditado. La masa de agua helada lo invadía todo..., entraba por escaleras, mamparas, escotillas....todo era un rio desbordante y desbordado que destrozaba un impecable escenario minutos antes sofisticado y cuidado hasta el detalle más nimio: mobiliario estilo holandés antiguo, y en los camarotes, inglés de los Siglos XVIII y Luis XV, espejos rococó enormes, lámparas ostentosas , cortinajes suntuosos, manteles superdelicados, cristalerías finas...vajillas de calidad y gusto exquisito...alfombras de una belleza y confort insuperable.
          Sus pistas de Squash, sus baños turcos, piscina, ascensores, bibliotecas que minutos antes servían de sofisticado refugio al ocio de sus pasajeros se iban destruyendo por segundos...con gran estruendo de forma salvaje.
          Todo aquel lujo precisó tan solo 2horas 40 minutos para dormir en el fondo del mar.
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          Entre 1.517 y 1.523 personas perecieron ahogadas o de frio siendo arrastradas dentro de mi cuerpo o flotando por los alrededores del lugar del hundimiento, salvándose tan solo 705 de los 2.229 pasajeros que iniciaron mi primer viaje desde Southampton y
que nunca llegaron a New York. Con ellos parte de los 892 / 908 tripulantes que conformaban el ejército de ayudantes que hacía más agradable la vida a bordo.
          En mis ojos se mezclaron las lágrimas saladas de la desesperación ante aquella atroz tragedia humana y la propia de aquel mar inocente dentro de su fortuita implicación ...¡oh...el mar, mi mar!, mi adorado elemento, mi Dios único que al fin, con tan solo cuatro días de vida efectiva me acogió en su seno y me permitió formar parte de su idílico entorno.
          Mi caída al lecho final, hizo que mis órganos vitales se fueron apagando lenta,
progresivamente...entre estertores:... calderas, dinámos, hélices... hasta llegar a un silencio absoluto.
          En esos últimos instantes, en la entrada a ese tunel con luz brillante al fondo, donde se respiraba una paz inmensa desfiló ante mí esta efímera historia de una vida, tan rica como demoledora...
          Solo me quedó aliento para decir con orgullo... ¡me llamaron Titanic...soy del mar ... y a él perteneceré por los siglos de los siglos!.

FIN