A inicio de abril se publicaron las bases del Concurso de Relatos arriba referenciado.
Se me ocurrió optar a él y elegí como tema la tragedia del Titánic, relatada en primera persona, por tanto por él mismo...
Alentado y enriquecido el relato por Teresa, amiga especial, gallega y con una sensibilidad singular
, avanzó el escrito bajo el título: ...¡soy del mar!... . Se presentó en tiempo y forma bajo el seudónimo de Roco y mi sorpresa, gratísima sorpresa, es que ha sido elegido como ganador.
Hoy fue la Presentación de los relatos ganadores en tres categorías: niños, niños mayores y adultos, junto a los de poesía.. Recibí el galardón por parte del Jurado entre los que se encontraban las Concejalas de Cultura y Mujer y emigración representando al Ayuntamiento, asistiendo al acto público de la Biblioteca.
http://www.lasprovincias.es/v/20120504/castellon/premios-literarios-recaen-nogues-20120504.html
Siempre me gustó la palabra escrita y el hecho de ser mi primera incursión en este mundillo literario, modestísima incursión, y recibir el favor de su elección como el mejor relato presentado, me estimula a proseguir en esta divertida afición para la que ya tengo temas en la recamara. Espero que mi Musa esparza su polen por los espacios donde se mueven las palabras y la fantasía, ayudándome a que la inspiración permita disfrutar de esta pequeña creatividad.
Teresa, cuento con esa competición amistosa comprometida entre ambos y con ella avanzar modestamente en esta parcela del pensar y expresar.
El relato:
...¡soy
del mar!...
Me
concibieron indestructible...me crearon orgulloso...me vistieron con
las más bellas ropas...fuí deseado por los más poderosos...pero me
faltó lo más importante...poder decidir con libertad.
Tras
una larga gestación, respiré a pleno pulmón un 31 de mayo de
1.911. Mi nacimiento fué todo un acontecimiento mundial; no hubo
prensa escrita que no hablase de ello, ni emisoras de radio que no
lanzasen al viento mis virtudes. Hubo infinidad de peticiones para
asistir a mi presentación en Sociedad y disfrutar de esos primeros
momentos, pero solo unos privilegiados consiguieron acompañarme en
ese mi primer viaje sin imaginar que la tragedia se cernía sobre mi
y les arrastraría a ellos irremediablemente.
Nací
seductor, elegante, ágil dentro de mi envergadura; podría
decir...orgulloso. Era incomparable, todos me deseaban...nadie
llegaba a mi altura. Era punto de referencia.
Fuí
vestido con las más sofisticadas prendas, cuidado al detalle. Mi
cuerpo estaba dotado con los órganos más potentes. De nada sirvió
tanto esmero, tantas ilusiones depositadas en mi. Confiaron todo ello
a una voluntad ajena a la mía... me privaron de determinación
propia. Yo era un mero asistente a esa brevísima existencia. Me
incapacitaron para reaccionar, yo no me pertenecía a mi mismo; era
simplemente un carísimo juguete en manos de la especulación, del
boato, de la estadística y la soberbia. Y todo eso me llevó al
desastre.
Lo
recuerdo como si fuese hoy...eran las 1:30 horas pm del día 10 de
abril de 1912 . Amaneció una mañana agradable; a
mi alrededor se encontraba una multitud ataviada con sus mejores
galas: ...magnates, autoridades, acompañantes en mi bautizo.... El
color
y
la música se hacían dueños del espacio... murmullos, risas,
nervios...
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Mil
emociones llenaban el pecho de cada uno de ellos; gentes de muchas
edades y sexos, con los ojos brillantes de entusiasmo.
Todo
ello me producía tal estado de embriaguez que me aturdía. ¿Cómo
pensar que todo aquel indescriptible espectáculo sucedía por mi
causa?. Es difícil encontrar explicación a tanta enajenación desde
uno mismo. Era YO el protagonista, el que atraía cualquier mirada y
comentario, el eje sobre el que giraba aquella locura colectiva. Y ni
siquiera hoy puedo comprender como llegaba a mi tal número de
alabanzas, de elogios, … ¡no entendía nada!...
Mi
bautizo no fué a la antigua usanza.
Era
un recién nacido y a pesar de ello tenía el poder de percibir cada
sensación individual... si, miles de sensaciones de aquella masa
entraban en mi mundo perceptivo, una a una, y eso me hacía sentir
único, especial... privilegiado. Y de esta manera tomaba contacto
con ellos como mis invitados. Míos tan solo...
Pero
por encima de todas estas consideraciones, un aroma especial, como
imprescindible para seguir latiendo mi corazón, llegaba con extrema
potencia a mi tierno olfato,,, .El mar y sus esencias me rodeaban
como acunandome. Denso y a la vez ligero. Lo acre de la sal, olor a
maromas y petróleo... ¡oh Dios... que delicia...que placer...! era
como flotar. Aquello inundaba mis pulmones, y a través de la sangre
se fijaba en cada una de mis células, formando parte inmediatamente
de ellas mismas. Una simbiosis indescriptible que a pesar de mi corta
existencia comprendí que no podría ser jamás nada sin ella.
Noté
como en un momento dado, tras unos brindis y unas palabras de alguien
que desconocía, atronaron miles de aplausos.
Y
como en un mundo de extravagancia gran parte de los presentes
penetraban en mis
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entrañas...cargados con maletas...perfumados y
llenos de entusiasmo...formándose un trasiego grandioso que me
aturdía... una invasión pacífica que sin saber por qué me hacía
sentir su gran anfitrión. Todo aquello era surrealista... como si
tan solo se produjese en mi mente y no estuviese sucediendo
realmente.
Notaba
sus latidos, sus manos me acariciaban al paso y su aliento inundaba
mis entrañas...
Percibí
emociones sumamente diversas: … proyectos... esperanzas...
intentos de olvido..., con tal intensidad que mi extraña alma
absorbía y transformaba como propias estas vivencias ajenas.
Algo...
alguien, me hacía intuir que en mi interior un micromundo vivía sus
ilusiones.
Recuerdo
los aromas de cada espacio...una cocina exquisita, selecta...un
comedor jubiloso y cuidado, deferente...escuchándose las cadencias
musicales de la orquesta que provocaba sensaciones
gratificantes...historias de amor... pasiones...reencuentros, de
esperanzas en forma de sueños...
Un
submundo rico, múltiple.
¡Cómo
me hacen vibrar aquellas veladas de baile, de idilios, de sentidos...
de pulsos acelerados, de besos , caricias, amores, deseos contenidos
y también, nostalgias, evocaciones, miles de recuerdos, con
tristezas, incertidumbres ... mirando hacia un futuro incierto pleno
de interrogantes, ilusiones y propósitos!.
Y
como sobrevolando todo ello, flotaba en el ambiente el sonido
cadencioso de una orquesta fiel a los cánones, lleno de
profesionalidad y elegancia, que amenizaba con su música creando un
ambiente de magia en la imaginación, llenando de esencias cada
nota...ayudando a dar salida a tantas emociones contenidas. Sirviendo
de cuna a algunas
pasiones
crecientes.
Lo
viví todo en una especie de cercanía distante, espacio a espacio,
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incomprensiblemente nítido sin interferencias dentro de lo
múltiple...separado a la vez que en su conjunto, como un sueño
deseable, gratificante donde yo figuraba, viviendo sin
quererlo
historia a historia, aventuras, veladas impensables.
Contrastaba
el intenso frío exterior, brisa helada...cortante, con el calor de
mi interior, apacible y relajante.
Algo fluye en mi alma que
me agobia, me atosiga..., no llego a definirlo, es tan solo una
sensación que me inquieta. Un presagio sangriento que hace
estremecer el alma recién formada.
La oscuridad externa se
hace densa,...muy densa, hace temblar mis fibras íntimas más
emocionales... Algo irracional, inexplicable, desconocido empieza a
invadirme. Una sensación de desconfianza...desazón...miedo..., me
estrangula, pero no puedo hacer nada, me siento alguien..algo...
dirigido desde fuera . Siento pero no me pertenezco, no me dejan
activar mis mecanismos de defensa. Me considero un juguete
sofisticado, con el alma desconectada de mis posibilidades de
reaccionar, de cambiar los acontecimientos..., de ser dueño de mí.
Percibo pero no puedo
responder. Gozo y sufro en la misma medida. Soy solo fibras
...sentidos...alma, pero sin conexiones motoras. En mi corta
existencia los acontecimientos se han sucedido a un ritmo
vertiginoso, desenfrenado.
Observo mi interior.
Reviso y analizo mis respuestas... y eso me hace notar escalofríos. Los datos son difícilmente medibles, desorbitados...En mi
complejidad falla la seguridad, la previsión, la preparación de
quienes organizan mi devenir. El propio éxito, les cierra la mente,
No se corrigen errores, obvian la seguridad...¡nada puede ocurrir!, piensan.
La propia grandiosidad desequilibra el riesgo. La confianza es
excesiva, irracional... Todo es euforia...y datos económicos. Pensar
en lo demás es utopía, lo espectacular
prima sobre lo seguro.
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Y al frente colocan al
capitán, Edward John Smith... cuya experiencia en
responsabilidades
similares es impecable...
Soy lo que soy..una
máquina “perfecta”. Tan perfecta como limitada, repleta de
folios descriptivos, artículos a centenares, planos y mas planos...
pero la seguridad no se cumple, las limitaciones se sobrepasan y los
riesgos afloran por doquier. No se tienen en cuenta...solo se cumple
lo realizado con el lujo, con lo suntuoso...
En el exterior, el
entorno es más y más agresivo; el frío llega a extremos de alto
riesgo...se hace cada vez más provocador, gélido, peligroso. La
luz que me rodea descubre como las amenazas se hacen evidentes a
ritmo exponencial.
La “fiesta” contagia
al control, minimizándolo, y ese relax, esa laxitud irresponsable
lo
empuja al drama. Como una tragedia griega. ¡Se palpa... es
inexorable!.
El entorno se hace
caótico. Todo apunta a la atención extrema, al cuidado por otra
parte selectivo, al control exhaustivo no aplicado. Mi alma
temblaba. Mi cuerpo de acero, de maderas nobles, de pan de oro, de
lámparas de cristal de bohemia, de sedas y tapices, de alfombras
persas, cuadros de firmas millonarias, decoraciones exquisitas,
detalles cuidados al extremo y miles de objetos más estaban en
peligro. Todo aquello que fué mimado al extremo en su elaboración y
montaje, lo que fué mirado con lupa, olvidó lo más elemental...la
seguridad, “Mi seguridad”... .
Pero sobre todo, miles de
personas confiadas tenían sus vidas pendientes de un hilo, cada vez
más fino... y … nadie pensó en ellos.
Yo era toda una ciudad.
Un hotel grandioso preparado para travesías oceánicas
largas
en el tiempo...dispuesto para cumplir las mayores exigencias, las
máximas expectativas...
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¡Ocio, relax, placer,
sueños...inquietudes!.... Todo lo imaginable...el ying y el
yang...el arriba-abajo...
Nadie quiso pensar en
el riesgo de una ciudad sin cimientos ni pilares... donde el
inmenso
mar era su única base, “su firme” inconsistente, su solo apoyo.
Un apoyo vital, pleno de colores, de esencias y cambios constantes,
siempre nuevo y abierto. Pocas veces seguro y las más perverso,,,
pero nunca neutro, ni apático...y menos aún muerto, pero
inconsistente al fin.
Aunque por encima de todo
ello, ese era mi mar, mi sueño, mi destino, el descanso final cuando
ya mi corazón dejase de latir. El cementerio de mis andanzas...mi
paraiso en la eternidad.
El compás de ese corazón
era fuerte, rítmico, vibrante. Latía sin cesar y empujaba mi pesado
cuerpo por esa carretera sin delimitar, orientado por estrellas
invisibles y magnetismos intocables.
Pero algo
extraño se movía en mi interior, como un fatal presagio... . El
bombeo de mi corazón, de mis órganos vitales acusaba un esfuerzo
inhabitual. Todo mi cuerpo se balanceaba a uno y otro lado...
Fuera...la mar tranquila
me movía dentro de una oscuridad increíble... sentía frío, un
frío gélido que penetraba increíblemente por mi piel. No había
batir de olas y esas relajadas aguas me lamian sin cesar … como
colaborando con mi protección. No obstante, cuchillos de hielo cada
vez de mayor tamaño arañaban mi estructura, , ...nada se movia a mi
alrededor y la oscuridad se cerraba más y más. Solo se percibían
luces blancas, como botones de mi traje impecable. Los golpes en mis
costados y en mi frente me
hacían subir y bajar suavemente la proa con la majestuosidad de las
ballenas en sus viajes de apareo...hundiéndose en las aguas para
reaparecer poco más tarde apuntando
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al
cielo...elevándose como un enorme minotauro, para volver a caer
dejando mi cola al viento, arrastrando una amplia estela plateada. Y
asi, ritmicamente, llenándolo todo de
toneladas
de espuma blanca que se confundía con el hielo amenazador.
En cierto momento sentí
voces temerosas...que se transformaban en angustiosas
alarmas...
carreras de hombres uniformados ratificando mis temores...¡Dios
...eran fundados!... la tragedia se iba confirmando. Las
comunicaciones se sucedían de forma desesperada. Todo yo estaba
agitado...a pesar de esas sensaciones relajadas y festivas de mis
invitados. La música seguía sonando...las gentes bailaban....el
luminoso resplandor del comedor y sala de danza no apuntaba en
absoluto a la tragedia que se cernía sobre todos ellos. ¡Y sobre
Mi!.
Los pitidos de las
comunicaciones con el exterior sonaban como el tableteo de fusiles
ametralladores... era un SOS repetido hasta la saciedad... . La
alerta estalló rabiosa... algo inevitable se iba a producir en poco
tiempo...y mi propia magnitud, ese cuerpo seguro, majestuoso, único,
envidiado... no estaba diseñado para maniobrar con ligereza...era
torpe como un luchador de Sumo. Y en esos momentos previos a la
tragedia se contabilizó algo inaudito: en ese inevitable y horrendo
impacto próximo a producirse, las previsiones de invulnerabilidad
fallaron de manera encadenada;...en medio de aquel caos inminente,
la evacuación de mis ocupantes no tenía garantizada más seguridad
que para uno de cada tres. Dicha solidez aireada en todos los medios
de comunicación, sobre mi diseño, confió a los responsables de mi
existencia y se escatimaron medidas básicas, esenciales para
desplazarme en un medio tan peligroso como delicioso para mi: el
mar... un océano imprevisíble, potente...y en aquellos momentos
amenazante hasta el extremo.
El miedo habitaba en los
ojos de los vigías que deseaban que todo fuese una falsa
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alarma,
observando aquel bosque de placas de hielo de tamaño increíble; sus
contornos afilados amezazaban mi estructura externa como puñales
cortantes y gigantescos,... los focos se movían de uno a otro lado
oteando el horizonte, movidos por manos
aterrorizadas...
con giros nerviosos...confirmando el creciente volúmen de las
masas
sueltas de hielo, como islas blancas que escondían bajo ellas la
parte más voluminosa de su existencia. Mi cuerpo crujía
imperceptiblemente ..retorciéndose como si de un megamuelle se
tratase...
Los médios técnicos de
detección confirmaron como el enorme cíclope helado se encontraba
en el camino inevitable de mi desplazamiento. ¡No cabía maniobra
alguna!... . Mi cambio de rumbo, por la falta de agilidad suficiente,
no evitaría el impacto...
Se confirmó visualmente
su espectro en la lejanía... a menos de 500 metros, impresionante,
erguido, agresivo, blanco y hasta majestuoso... avanzaba a la deriva
frente a nosotros; aún en la distancia. Cundió el desespero en la
oficialidad y entre la tripulación...el presagio se confirmó con
toda su dimensión ...la catástrofe era a todas luces
inevitable...segundo a segundo más cercana. El capitán dió
ordenes a los oficiales de máquinas para que maniobrasen con un
viraje a babor y un todo atrás... a continuación un nuevo viraje a
estribor...desesperado, pero... todo fué en vano. La colisión era
inevitable.
Mientras, la música
seguía sonando dulce y cadenciosa...haciendo vivir a los pasajeros
una noche alegre … inolvidable... . Si, inolvidable y dramática
para gran número de ellos. Como una tragedia griega las coordenadas
del drama se estrechaban.
De pronto...¡el
estruendo del impacto!.., seis heridas...seis navajazos salvajes,
desgarradores, se produjeron sobre mi costado, enérgicos en grado sumo, filantes,
hondos...y mi organismo se resquebrajó en medio de unos chirridos
ensordecedores.
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Todo yo me tambaleé...
me agité mordido por aquel monstruo helado y en mi interior, hasta
aquel momento inquebrantable, toneladas de agua inundaban aquellos
espacios “herméticos” rompiendo ruidosamente sus mamparas y
facilitando así aquel diluvio interno que todo lo arrasaba,
indolente ante su poder destructor... (entraban entre 350 y 450
toneladas de agua del mar por minuto).
Mi cuerpo se partió en
dos.
Aquella paz interior,
la música, las conversaciones relajadas, las caras de felicidad
se
tornaron en espantosos gestos de incredulidad y pavor... carreras
hacia ningún sitio, la mayoría vislumbrando aquel drama inexorable,
a la búsqueda de salvar sus pertenencias, de rescatar a sus
familiares, esposos, padres, hermanos, hijos, amigos..., que se
encontraban ajenos a todo en sus camarotes. Los gritos se
multiplicaban...La orquesta siguió sonando, sin cesar, como si nada
pasase...intentando aportar calma en un desordenado caos de
carreras, gritos, lloros, exclamaciones, juramentos...todo lo más
aterrador que imaginarse pueda estaba alli presente, en un infierno
de Peter Brugel reeditado. La masa de agua helada lo invadía
todo..., entraba por escaleras, mamparas, escotillas....todo era un
rio desbordante y desbordado que destrozaba un impecable escenario
minutos antes sofisticado y cuidado hasta el detalle más nimio:
mobiliario estilo holandés antiguo, y en los camarotes, inglés de
los Siglos XVIII y Luis XV, espejos rococó enormes, lámparas
ostentosas , cortinajes suntuosos, manteles superdelicados,
cristalerías finas...vajillas de calidad y gusto
exquisito...alfombras de una belleza y confort insuperable.
Sus pistas de Squash, sus
baños turcos, piscina, ascensores, bibliotecas que minutos
antes servían de sofisticado refugio al ocio de sus pasajeros se
iban destruyendo por segundos...con gran estruendo de forma salvaje.
Todo aquel lujo precisó
tan solo 2horas 40 minutos para dormir en el fondo del mar.
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Entre 1.517 y 1.523
personas perecieron ahogadas o de frio siendo arrastradas dentro de
mi cuerpo o flotando por los alrededores del lugar del hundimiento,
salvándose tan solo 705 de los 2.229 pasajeros que iniciaron mi
primer viaje desde Southampton y
que
nunca llegaron a New York. Con ellos parte de los 892 / 908
tripulantes que conformaban el ejército de ayudantes que hacía más
agradable la vida a bordo.
En mis ojos se
mezclaron las lágrimas saladas de la desesperación ante aquella
atroz tragedia humana y la propia de aquel mar inocente dentro de su
fortuita implicación ...¡oh...el mar, mi mar!, mi
adorado elemento, mi Dios único que al fin, con tan solo cuatro días
de vida efectiva me acogió en su seno y me permitió formar parte de
su idílico entorno.
Mi caída al lecho
final, hizo que mis órganos vitales se fueron apagando lenta,
progresivamente...entre
estertores:... calderas, dinámos, hélices... hasta llegar a un
silencio absoluto.
En esos últimos
instantes, en la entrada a ese tunel con luz brillante al fondo,
donde se respiraba una paz inmensa desfiló ante mí esta efímera
historia de una vida, tan rica como demoledora...
Solo me quedó aliento
para decir con orgullo... ¡me llamaron Titanic...soy del mar ... y
a él perteneceré por los siglos de los siglos!.
FIN
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