Era Septiembre del 2006 cuando un grupo de asociados de AGEFE de Ford, en conjunto con otros amigos y compañeros del itinerario de Ciencias Sociales de La NAU GRAN, en un total de 29 personas, decidimos hacer una parte del Camino de Santiago. Esta parte del Camino ha sido desde Sarria, provincia de Lugo hasta Santiago de Compostela, un total de 113 kms. Después de una buena planificación por compañeros con experiencia en hacer el Camino de Santiago, hemos realizado algunas prácticas de senderismo por las cercanías de Valencia. De este modo, nos hemos visto las caras y ya sabíamos quién era quién.
Llegó el día 18 de Septiembre del 2006 y salimos con un autobús (creo que a la mayoría no nos ha gustado ni el autobús, por ser un poco vejete, ni el conductor, por su poca o ninguna simpatía y colaboración a colocar las pesadas maletas en el maletero). Algunos pensamos que ya se rompería el hielo con un poco de conversación.
Nos fuimos en dirección a Galicia y la comida fue en un restaurante en un pueblo de Castilla-León. Llegamos a Sarria a media tarde y el hotel NH estaba bastante bien. Después del check-in y una vuelta por la ciudad, la cena estaba ya incluida en el precio del viaje y todo hay que decir que ha estado muy bien con relación al precio calidad servidos. Había que acostarse temprano porque al día siguiente, tendríamos que caminar desde Sarriá a Puerto Marín, cerca de 20 kms.
Después del desayuno en el hotel salimos de la ciudad con las mochilas a la espalda siempre buscando la “vieira” que identifica el Camino de Santiago. Al inicio había unos kms de subida por un bosque muy agradable, pero aquellos menos preparados o quizá porque no se han moderado en el inicio sufrieron enseguida el esfuerzo realizado a primera hora y más tarde tuvieron dificultades en terminar el Camino. Llegamos en varios grupos a Puerto Marín y creo que la mayoría bastante agotados. Después de localizar el autobús, este nos ha llevado de vuelta al hotel de Sarriá. Después de una bucha ducha, masaje y cremas en las piernas y los pies, descansamos y para la cena, algunos fueron por la ciudad y otros quedaron en el hotel. Éramos ya famosos en el Camino porque llevábamos todos unas camisetas rojas que nos identificaban a distancia en los campos y pueblos gallegos y muchos peregrinos nos preguntaban de dónde veníamos porque éramos un grupo grande para lo que es habitual verse en el Camino.
El segundo día, nuestro experto guía con muy intención advirtió que la salida de Puerto Marín era un poco fuerte con una subida de algunos kms. Aquellos que se encontraban en condiciones de poder hacerlo, salieron desde Puerto Marín y los demás un poco más adelante. Y así ha sido. El camino hasta Palas de Rey, ha sido un poco duro porque tenía unos cuantos Kms de asfalto. Los primeros grupos que llegaron a Palas de Rey, decidieron comer en los restaurantes del centro del pueblo. En mi grupo, un compañero entró en un pequeño bar, para ver lo que se podía picar, pedió un vaso de vino Ribeiro y unas tapas, avisó al resto del grupo que íbamos y ahí disfrutamos una barbaridad con las tapas y el buen vino Ribeiro de Galicia. Nos hemos reído un montón y lo hemos pasado de maravilla en este pequeño bar a la entrada de Palas de Rey. Nos fuimos a descansar bajo unos árboles en el recinto de una iglesia y ahí estuvimos de cachondeo, con chistes y diciendo “tonterías” hasta que nos han avisado que ya estaba el autobús. El grupo de los mas rezagados se habían quedado a un par de Kms antes de Palas de Rey a comer en un restaurante porque les había olido muy bien y no han podido resistir a quedarse para comer. Esto ha enfadado a los primeros que habían llegado.
El tercer día salimos con las maletas para el autobús con destino a un hotel en Melide. Los caminantes empezamos el duro camino en Palas de Rey hacía Melide. En este día ha llovido un poco, pero por esta parte del Camino cruzabas por unos pueblos muy agradables, veías la gente sencilla y trabajadora que cuidaba sus campos de cultivo y sus animales, pueblos estos por los cuales hemos visto algunas iglesias con su cementerio alrededor y la verde vegetación de los campos te llevaba a pensar lo agradable que son los campos su olor a tierra mojada. Los castaños ya dejaban caer sus frutos y algunos las hemos pelado castañas para comerlas. Ya cerca de Melide, hemos tenido que poner los chubasqueros y al llegar a un conocido bar-restaurante por sus famosas tortillas de patata, tuvimos la mala-suerte o no de que ya no tenían ni mesas en el interior y nos dijeron que tortilla de patatas tampoco. Decidimos irnos al hotel en Melide. Tomamos una buena ducha y nos fuimos a la Pulpería Ezequiel, famosa toda la ciudad de Melide por sus famosas pulperías y mejores pulpos. Aquí fue donde disfrutamos toda la tarde de una buena cantidad de pulpo y buenos vinos gallegos de Ribeiro y Albariño.
Comemos a gusto, nos reímos un montón, sacamos fotos de todo el grupo y hasta hemos cantado y bailado para real sorpresa de los demás comensales jóvenes y no tanto, que probablemente pensarían como disfrutan los “mayores”.
Al día siguiente el tiempo no era recomendable para salir a caminar por los campos. La Guardia Civil nos ha recomendado que esperásemos hasta la 10 horas porque se preveía una mejoría del tiempo. Hemos salido sobre las 10 horas desde Melide hasta Arzúa. Esta etapa del Camino ha decorrido sin mayores problemas porque el cuerpo parece ya estar acostumbrado a caminar varios kms diarios. El autobús nos ha traído de vuelta al hotel en Melide y algunos pocos no hemos podido resistir a la tentación de volver a la misma pulpería del día anterior. No ha sido lo mismo porque ya no teníamos la novedad del buen pulpo, pero si que hemos disfrutado de ese maravillo octópodos gallego (¿?).
Por la tarde, conforme estaba previsto en el programa, hemos ido en autobús desde Melide a Lugo. Visitamos la ciudad con tanta fortuna que una de las compañeras de LA NAU conocía una amiga, directora de un hotel en Lugo, que nos ha recibido muy bien y nos ha acompañado por el casco antiguo de la ciudad enseñándonos los monumentos, la famosa muralla de la ciudad de Lugo y para terminar con su amable y gentil hospitalidad nos ha invitado a una copa en un bar-pub en una de las calles de la movida en la ciudad. ¡¡¡ Encantadora señora!!!
Al día siguiente, sábado, con las maletas en el autobús nos fuimos caminando desde Arzúa hasta Santiago con una parada en el Monte del Gozo para reunir a todo el grupo. El día estaba llovioso y la entrada en Santiago no podía haber sido peor con lluvia. Una buena tormenta para refrescarnos, pero lo peor es que algunos teníamos los pies bastante mojados. Al fin en la plaza del Obradoiro, con tanta alegría y satisfacción por haber conseguido llegar después de un esfuerzo para el cual quizá no estuviéramos preparados que a algunos no han podido esconder alguna lagrimita de alegría. Nos hemos abrazado todos. Sacamos varias fotos como recuerdo con la Catedral de Santiago como fondo de las fotos. Había que organizar un poco el grupo antes de ir al hotel y nos dirigimos todos a hacer cola para que nos diesen la Compostelana. Ese ha sido el culminar de un esfuerzo que al final el cuerpo y el espíritu agradecen, porque sientes que has cumplido con el reto que te habías propuesto.
En el hotel, descasamos y cenamos conforme el acuerdo inicial del viaje. Al día siguiente, domingo ha salido un sol esplendoroso. Hemos saludado y abrazado al Santo como manda la tradición de los Peregrinos, para que podamos volver otra vez a Santiago. Asistimos a la Misa del Peregrino en la Catedral de Santiago con el siempre espectacular “bota Fumero”.
Después, en la Rua Franco, a unos 200 metros de la Catedral nos hemos reunido para comer una esplendida comida con el famoso marisco de Galicia. Todo estaba muy bueno, desde las gambas, gambones, langostinos, navajas, almejas, vieiras y una vez más el apreciado vino Albariño gallego.
Al día siguiente, camino de Valencia, con un viaje desde Santiago pasando por Madrid hasta llegar a casa pasadas las 22horas.
Cansados, SÍ, pero ha valido la pena por la compañía de unos amigos fabulosos con un comportamiento extraordinario que ha generado tal amistad que después de todos estos años pasados nos recordamos de esos maravillosos días que hemos pasado juntos.
¡!! Y lo que hemos disfrutado !!!
Samuel Martins









Hacia mediados del siglo XVIII, las fallas eran un simple festejo incluido en el programa de actos típicos de la fiesta de San José (19 de marzo). Al amanecer del día 18 en algunas vías urbanas aparecian peleles colgados en medio de la calle de ventana a ventana, o pequeños tablados colocados junto a la pared, sobre los cuales se exponían a la vergüenza pública uno o dos muñecos (ninots) alusivos a algún suceso, conducta o personaje censurables. Durante el día, los niños y adolescentes recogían material combustible y preparaban pequeñas piras de trastos viejos que también recibían el nombre de fallas. Unas y otras eran quemadas al anochecer de la víspera de San José congregando en torno a la hoguera una amplia participación popular.
La característica peculiar de las fallas satíricas es la figuración de un hecho social censurable. Tienen un tema concreto y responden a una intención crítica o cuando menos burlesca. A diferencia de las simples hogueras y de las piras de trastos viejos, en ellas se representan escenas que aluden a personas, sucesos o comportamientos colectivos que los falleros consideran merecedores de corrección o dignos de irrisión. Dos temas ocuparon preferentemente a los falleros a mediados del siglo xix: la falla erótica y la crítica social.
Durante todo el siglo XIX, el Ayuntamiento y en general también las instituciones de autoridad, mantuvieron una actitud vigilante y censora ante las fallas. Esta política represiva, justificada por la necesidad de modernizar y civilizar las costumbres de la ciudad, pretendía erradicar los festejos p opulares (Carnaval y Fallas, entre otros), y se intensificó durante los años setenta al establecer gravosos impuestos sobre el permiso de plantar fallas o tocar música. Esta presión generó, como reacción, un movimiento en defensa de las tradiciones típicas y en 1885 la revista La Traca otorgó por primera vez premios a las mejores fallas. La iniciativa sería continuada por la asociación renaixentista Lo Rat Penat en 1887. Este apoyo explícito de la sociedad civil mediante premios, despertó un espíritu competitivo entre comisiones de vecinos, estimuló el fervor fallero y produjo una decantación esteticista, dando lugar a la falla artística. En ella no desaparecía necesariamente la crítica (incluso podía experimentar una radicación política), pero comenzaba a predominar la preocupación formal, constructiva y estética sobre el conocimiento del monumento.
Este último solía consistir en una figura de grandes dimensiones constituida por un motivo alegórico capaz de condensar el tema que explayaban y glosaban las escenas inferiores.
Más fácil es la construcción de los cuerpos, para la que el cartón sujeto a moldes de yeso, a presión en mojado, da un margen admirable. Labor esta a la que se dedican los aprendices de todo artista fallero que se precie. Escultores de categoría volvieron a manejar el barro y un nuevo molde recogió el trabajo, saliendo una nueva encarnación humana, que, con su cortejo de desviaciones físicas y añadidos materiales, complementaban más y más, y así pudiéramos ir sucesivamente señalando el nacimiento de los diversos personajes de la falla, unos en su origen, múltiples en su apariencia e igual podríamos citar con referencia a las manos, pese a sus distintas actitudes. Difícil, muy difícil es el pintado de esa cera. Muy pocos aciertan a saber infiltrar con sus colores el aspecto de vida que requieren los tipos de una falla; más, a fuerza de estudio y de perseverancia, el milagro se efectúa. ¿Qué falta después de esto realizado? Montar los cuerpos metiéndoles dentro de un alma, esta vez de madera, para sujetar fuertemente materiales tan débiles como la paja, las telas, el serrín y la cera, y una vez en marcha y compuestas las personas, el mismo día de la plantá alinear junto a las paredes, mientras se clavan los bastidores y molduras a los muñecos, que en la oscuridad de la noche se confunden con la gente de verdad, llegando al observador a no saber distinguir entre lo real y lo fantástico.


