lunes, 17 de junio de 2013

Las luces de Sorolla










          Desde la terraza de mi actual residencia en Valencia se observan unos atardeceres increíbles.

          Lamento que la escasa calidad de mi pequeña cámara del móvil no pueda captar fielmente la gama de dorados y naranjas ni tampoco los dibujos tan cambiantes de las nubes que hacen de marco al ocaso del sol al atardecer. Desde el blanco nieve hasta un gris mas que desgarrado, cada tarde, posan todos ellos para deleitarnos.

          La escasa altura del Recinto de la Feria de muestras, moderno por cierto a rabiar, situado a mi frente, permite dominar una Valencia que mira al Norte, Este y Oeste ofreciendo un contraste siempre peculiar por valenciano desde la huerta geométrica, una sierra que discurre entre marrones y verdes así como unas poblaciones robadas a la agricultura, de edificios irregulares cuadriculados en los que dominan el blanco y marrón salpicado de verdes.

          Por la noche, con la desaparición del detalle de lo general, emerge una cúpula invertida de minúsculas luces que llegan hasta el mar, como estrellas desprendidas del cielo, cual espejo que mejora la intensidad de esa luz velada por una neblina casi imperceptible a la que nos tiene acostumbrados el cielo valenciano, siempre suavizado por un velo de tul que, vergonzoso, trata de minimizar su belleza.

          Aquí una ligera muestra del día y la noche.

























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