sábado, 21 de diciembre de 2013

Encontrado en el baúl de los recuerdos



        
  Entre viejos papeles, dos folios escritos a mano por mi me causaron una extraña emoción. Su valor literario es nulo pero son fruto de la inspiración adolescente que reviven en mi haciéndome erizar la piel.
Se trata de un hecho real acontecido a los 16/17 años y relatado a los 21.


Árbol sin raíces 

             Me encuentro en el interior del puerto. Todo es tranquilo aquí, con sus reflejos mirándose en los escaloncillos formados por la brisa suave en el agua.
          El cabeceo rítmico de unas pequeñas barcas de remos que se mecen sin levantar apenas ruido, acatan con respeto la férrea voluntad esclavizante de las amarras.
          También los grandes armazones de buques mercantes que tienden dominados sus brazos a los pilones de hierro que tiran de ellos.
          De cuando en cuando se escucha el ronqueteo de los motores de una barcaza pesquera que regresa probablemente cargado su vientre de miles de plateados pececillos que cayeron sin defensa en sus traidoras redes o bien que sale dispuesta a cubrir extensiones de agua donde aprisionar estos pequeños seres.
          Voy andando y este roce del agua contra los bajos de los muelles o las quillas de los barcos  me saben como a bálsamo tranquilizante. Todo éste lugar respira soledad, tristeza, abandono… pero sobre todo poesía. Y allí, aún sin quererlo, aparecen impetuosos los pensamientos que me ocupan.
          Desfilan recuerdos, buenos y malos, fechas, personas, lugares y sin poder evitarlo me siento más solo; desorientado dentro de este reposo exterior.
          Reconozco no haber sabido trazarme un camino en la vida. No se comprender a la gente y a su vez no soy comprendido. Es, como si desde niño hubiese estando ocupando un espacio en este mundo con el destino en blanco, sin integrarme con lo que me rodea y figurando en un presente que avanza negándose a ofrecerte su ayuda.
          El paseo de esta noche me hace bordear la dársena y sin llevar una meta trazada de antemano voy pasando y cruzando diques. Forman un túnel abierto las gigantescas grúas que descansan de pie, como colosos, después del duro esfuerzo del día.
          Instintivamente miro la esfera del reloj y veo que son ya las tres y media de la madrugada. No obstante me encuentro despejado y sin sueño.
         Continúo andando y la figura del faro se va recortando, cada vez más cercana, emitiendo unos guiños luminosos acompasados. En este brazo del puerto la luz es más escasa y es a su vez la menos frecuentada. Sistemáticamente esos conos de fuego blanco, girando en torno al torreón inmóvil, ilumina una considerable distancia en la profundidad del mar. Muy lejanas se distinguen unas lucecillas inmóviles en el horizonte. Más cerca pueden apreciarse las linternas verde y roja señalando la entrada a la dársena.
          Da una extraña sensación mirar al cielo claro del Mediterráneo cuajado de asimétricas estrellas que armonizan de tan bella forma.
          Qué raro placer respirar en este lugar el aire salitre mezclado con gas oil. Bien se pudiera pensar que no existe otra vida  que aquella; que todo lo que te rodea está formado para ti, pero es entonces cuando descubres tu diminuto tamaño comparado con esta soberbia naturaleza.
          En en lado izquierdo del espigón se distingue, un tanto difuminada por la distancia la línea que marca la costa de playas inundada de hotelitos y villas. Sus luces reflejadas en el mar forman unos gusanillos serpenteantes que se bañan durante toda la noche sigilosamente. Mas al fondo y parpadeando continuamente se intuye el cabo de Sagunto. Los destellos tímidos de su faro lo delatan.
          En esta muralla del guía de los marinos elevada dentro del mar y rodeada por miles de rocas que rompen la fuerza de las olas en los días de grandes temporales, me siento.
          ¡Que silencio! . ¡Cómo apetece ésta soledad! .
          Así puede entenderse como hay personas que se evaden de la vida abandonándose a la dulce profundidad de un mar tan reposado formando parte desde ese momento de un paraíso invisible bajo las aguas.
          Si siguiera en el más allá esta paz, este silencio, sería maravilloso avanzar un paso en el vacío cortando luego con tu cuerpo la alfombra del agua para quedar envuelto para siempre, mecido, por un murmullo acariciante.
          No pensar en nada…no manchar recuerdos…dejar de martirizar  tu interior con lamentos y propósitos casi siempre irrealizables.
          ¡Sería tan bello entregar a este paraíso todos tus actos pasados! . Todos aquellos momentos de placer y de angustia, de caricias cuando niño, de besos de mujer, ilusiones, desengaños, fracasos, aquellos instantes inolvidables que forman parte de mi yo. Ese balanceo entre la felicidad y  la frustración que nos dejó sus huellas marcadas en nuestro recuerdo. ¡Es cierto, no tengo sensación de haber vivido con un nivel de equilibrio! . Todo ha sido un derecha-izquierda.
          Distraidamente meto mi mano en el bolsillo del chaquetón y mis dedos tropiezan con las llaves. Las aprieto y pienso. Si, ya tengo 21 años. Los cumplí meses pasados muy lejos de aquí, en otro país donde he pasado cerca de año y medio con independencia.
          Y en esta reflexión voy recordando…
          Era un mes de julio… sábado… . Me encontraba muy animado pensando que pronto se harían las 4 de la tarde. ¡Al fin una fiesta importante me ofrecía su acogida! Y era mayor mi satisfacción por haber aportado mi granito de arena en su
organización.
          Era el final de Curso del Instituto Mangold, de idiomas, donde estudiaba francés.
          Desde luego todos los compañeros de la Academia habían contribuido con sus ideas. 
          El amigo Elias con sus dotes de "empollón", sus ventitantos años tras sus gafas y siempre organizador dio nombre a la misma: Festival La Torre de Babel, basándose en nuestro estudio de idiomas tan distintos en la misma.
          Manolo, el guasón de turno, con Fernándo, Pepe y Álvaro se encargaron de buscar firmas comerciales que contribuyesen con artículos de su negocio y así utilizarlos como premio a pequeños concursos de baile que teníamos proyectados así como rifas durante el transcurso de la fiesta.
          El resto nos dedicamos a contratar lugar, servicios, realizar propaganda y contratar un grupo musical ye-ye para bailar a su son.
          Ya el viernes anterior organizamos una cabalgata con carruajes de caballos, camiones, coches, motos, etc. dando a conocer a la gente joven el próximo festival invitándoles al mismo. Recorrimos las calles del centro de Valencia en medio de una tremenda algarabía.
          Todos estábamos alegres, cantando y riendo sin cesar.
          Nos había llevado largo tiempo encajar las piezas de una cuidada tarde de fiesta que pretendimos fuese inolvidable, como así lo conseguimos.
          Las calesas de caballos ornamentadas con flores y ocupada por las compañeras de los diferentes cursos daban mayor vistosidad a la cabalgata.
          Mi afición por las motocicletas me llevó a alquilar una Derbi 49 cv con la que caracoleaba entre los carruajes.
          Y en ese ir y venir una mirada especial se cruzó con la mía. Algo en mi interior me hizo palpitar… rubia, ojos muy azules, de sonrisa desbordante atrajo desde ese momento mi atención.
          - Oye Manolo - le dije a mi amigo- ¿has visto que bombón de chavala?. Debe ser sueca o danesa. ¿La conoces?.
          - Creo que va a clases de español, pero nunca la he tratado. Desde luego...¡está de muerte!.
          Dejándole con la palabra en la boca me dirigí a su coche y la saludé:
          -¡Hola preciosa!, ¿lo pasas bien?.
          Con una pronunciación tan graciosa, inequívocamente extranjera me respondió sonriente:
          - ¡Oh ssiii, mutchissimo!.
          - Seguramente serás danesa, no es así?, le dije. Tienes unos ojos azules maravillosos y además tu pelo tan rubio no puede ser mas que de un país norteuropeo.
          - Pues si, soy alemana.
          - Bien, será mejor que me presente, mi nombre es Cesar, no Augusto sino van Parijs. De romano no tengo ni pizca mi sangre es flamenca...y olé...
          Ella reía con una gracia increíble.
          - Yo me llamo Hildegard. Estar aquí con firma de buques alemana para aprender idioma español. Yo estar ya de mayo. ¡Muy feliss!.
          Y así hablando me dijo que seguramente iría al día siguiente a la fiesta. Me despedí animándole a que asistiese, que la esperaría.
          Tomé de nuevo la Derbi que había dejado a Elias para seguir contribuyendo a la algarabía que estábamos montando.
          La figura de Hildegard no salía de mi mente.
          - Cuando dejé la moto y la busqué, ella había desaparecido. Seguramente había marchado con otras  compañeras. Regresé para reunirme con Elias y demás amigos ultimando los últimos detalles para el día siguiente. 
          Llegó el momento. Fuimos llegando poco a poco los organizadores. El lugar era el suntuoso Restaurante Viveros. Allí se celebraba la fiesta baile, enclavado en medio del jardín de los Viveros, rodeado de árboles de gran tamaño y arbustos de bellas tonalidades. El sol estaba en todo su apogeo estival e iluminaba con su intensa luz este elegante encanto natural.
          De manera escalonada fueron llegando las chicas y chicos asistentes y los salones se iban ambientando.
          Manolo, Carlos, Miguel y yo nos colocamos en la entrada controlando la situación y recogiendo las invitaciones que nos entregaban al pasar. Todos venían sonrientes luciendo la mayoría ropa deportiva como atuendo. Conforme entraban les íbamos obsequiando con pequeños detalles, los recibidos de los patrocinadores.
          Y sin que se diesen cuenta les colgábamos a su espalda una coloreada calígula con la M de Mangold.
          Por mas que intentaba descubrir a aquella linda alemana no daba con ella. Pensé que al final no pudo asistir a la fiesta e intenté olvidarme de ella.          
- ¡Amigas, amigos, compañeras, compañeros, simpatizantes todos de nuestro Centro de Idiomas, recibid nuestro agradecimiento por haber acudido a nuestra fiesta y os deseamos que tratéis de pasarla lo mas divertido posible ya que para eso la hemos organizado - así hablaba el empollón de Elias desde el micrófono de la Orquesta.
- Os pedimos que participéis en los concursos que vayamos presentando en el transcurso de la tarde. ¡ Bailar, reír,cantar, y beber unidos en esta Babel de la amistad.
- ¡Empecemos ya bailando bajo los acordes de la maravillosa Orquesta "Los Sudamericanos"!. Gracias a todos.
Una gritería inmensa acogió sus últimas palabras. Aplaudimos todos y así comenzó la fiesta. La Orquesta animaba los espíritus de todos nosotros.La pista se llenó rápidamente y se logró un ambiente tremendo... risas, bromas, alegría, lo inundaban todo.
- Parece que hemos logrado algo, eh. ¡Y hay unas niñas tremendas!, dijo Manolo.
- Dentro de nada os demostraré mis dotes de conquistador, jajaja, ya sabéis que no se me resiste ni una - bromeó.
- ¿Por que en vez de tanto hablar no nos lo demuestras? - dijo Paco. - Haznos una exhibición de tus dotes de Dn. Juan.
Manolo nos miró con sorna y sin contestarle se dirigió a una chica guapita y le dijo: 
- ¿Bailamos?. Ella accedió y salieron a la pista. Él se giró sin disimulo guiñándonos un ojo con aires de suficiencia y se pusieron a bailar.
A Manolo le fueron siguiendo poco a poco los demás. Yo me senté una mesa tomando un cuba libre distraído con el ambiente.
Ellos volvían con cierta frecuencia, se contaban unos chistes y regresaban a bailar.
Mirando hacia la pista la alegría llenó mi  mirada: 
- ¡Está allí ella... ha venido al fin!, exclamé para mis adentros.. 
Al terminar esa canción la abordé antes de que abandonase del todo la pista y le dije:
- Hola Hildegard. ¿Te apetece que bailemos?.
- ¡Claro! - respondió.
Comenzamos a bailar y le dije que llevaba todo el tiempo tratando de encontrarla y que al final pensé que ya no vendría.
- ¡Oh!. Yo he estado con mucho trabajo esta  mañana.Pero por fin todo arreglado y pude asistir. Gracias por tus palabras.
Su perfume era peculiar. Tomarla por la cintura bailando, notando la proximidad de su mejilla me hacia sentir una cierta emoción.
- ¿Te gusta tu trabajo en España?, - ¿te has adaptado bien a nuestras costumbres?, le pregunté.
- Oh, si, todo está bien. Tenía mismo trabajo a Alemania. Vivo a Hamburgo. Siempre tuve interés para viajar a aprender idioma de España.
- Tengo entendido que tu país es muy bello. Acaso no piensas lo mismo?.
- Si, claro me gusta, pero España tiene costumbres muy interesantes, con toreadores, castañetas y ¡olé!, -bromeaba ella. 
Bailamos largo tiempo, entre conversaciones muy fluidas, sentados tomando algo. Me parecía un sueño.



Y hasta aquí lo que guardo de mi escrito.

No puedo evitar la emoción de revivir lo mucho que significó este encuentro y su repercusión en mi madurez. Es una historia, mezcla de fantasía y realidad, relato que podría continuar sin lagunas paseando por cerca de dos años en su compañía. Me choca ese paso de la angustia a la euforia. Tal vez tengo algo de ello.

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