El Mercado Central de la ciudad de Valencia es una construcción de estilo modernista que se empezó a construir en el año 1914 por Francesc Guàrdia i Vial y Alexandre Soler i March, ambos formados en la Escuela de Arquitectura de Barcelona y habiendo trabajado en el equipo de colaboradores de Domènech i Montaner, arquitecto que se caracterizó por un estilo propio dentro de las líneas del modernismo.
Desde 2004, la Rehabilitación Integral del Mercado está a cargo del estudio madrileño Fernández del Castillo Arquitectos, dirigido por Horacio Fernández del Castillo. Su intervención ha consistido en una restauración completa del edificio; y una puesta al día de la función comercial como mercado y de sus instalaciones.
Está situado entre la plaza del Mercado, al lado de la Lonja de la Seda y la plaza de la ciudad de Brujas. La calle vieja de la Paja separa el Mercado Central de la Iglesia de los Santos Juanes. En el lado opuesto, el Mercado Central da a las bonitas calles Palafox, plaza En Gall y calle de las Calabazas.
En el Mercado Central se vende todo tipo de alimentos como pescado, mariscos, frutas, carnes y embutidos tanto para consumo doméstico como para abastecer a importantes restaurantes de Valencia. La compra en este lugar está cargada de gran encanto por la belleza de su arquitectura y la tradición e historia del mercado.
El Mercado Central combina el metal, las cúpulas, el vidrio, las columnas, al recuerdo gótico del modernismo, como si de una catedral del comercio se tratara, combinando muy bien con la vecina Lonja de los Mercaderes. En el centro del edificio se aprecia una gran cúpula coronada por una veleta.
Ampliación de datos:
Y hasta aquí , asépticamente, los datos objetivos sobre el mismo, que se pueden tomar de cientos de páginas, como es el caso, de lugares como Wikipedia y otros muchos mas a través de Internet.
Pero el Mercado Central, en Valencia es muchos mas que eso. Es una referencia permanente de nuestra infancia...es tal vez el mayor encuentro de los colores...es una enciclopedia viva, por si misma, de la agricultura, de las carnes, las especias, frutos secos, etc.. Sin contar con una arquitectura de belleza sin igual.
Es el Museo vivo del pescado, del marisco;...inmensa la variedad de especies, recien llegadas de la mar, con sus olores y frescura inimaginable. Con ese pasear incesante de los compradores y visitantes (que no son pocos) y los característicos gritos de las “pescateras” vistiendo un inmaculado delantal blanco y ofreciéndo su género: “¡chicaaaaaa...vols peix...!”.
La pescadería es un espacio con personalidad propia dentro del Mercado.
Todo expuesto sobre plataformas de marmol blanco, impecablemente pulcro, ordenado, separado entre si...que incitan a la compra.
En el cuerpo general, los “puestos” de frutas y verduras compiten en colocación y variedad de forma con que las piezas de cada artículo son expuestas en montones ordenados, preparadas cada mañana con paciencia y cariño. Yodo esto bajo una luz suave filtrada a través de la cúpula Central y las vidrieras situadas estratégicamente a lo largo de la parte suerior de su perímetro. Todo ello aireado por rejillas pétreas interminables en su mismo perímetro superior.
Es poco menos que imposible echar en falta algo relacionado con la alimentación. ¡Ah, y sus complementos valencianos para su elaboración, paelleros de todos los tamaños y materiales, y complementos miles (en los puestos externos recayentes a La Lonja y la iglesia de Santos Juanes).
Pero lo que a todos nos llena de sensaciones es la estrecha relación de nuestra familia, nuestra mesa, con él..de aquella época en la que ir a comprar al Mercado era lo mas cotidiano.
Las compras de Navidad de nuestra infancia...castañas, avellanas, nueces, higos secos...acompañados de nuestra madre, cargada con aquellos bolsos repletos de manjares.
Cada compradora tiene su “puesto” para cada cosa y la relación entre ella y la vendedora (habitualmente propietarios con vínculo familiar) se podía considerar entrañable. Con sus confidencias y “chafardeos”, esa complicidad fruto de la confianza tejida a través de años de relación. La fidelidad era, es, algo inquebrantable.
Hablo especialmente de aquella época donde se compraba allí o en los “ultramarinos” del barrio, una prolongación de este rincón del manjar. Cuando no exixtían ni Dia, Consum, Mercadona, ni Carrefour o el Corte Inglés ni cualquiera de esos monstuos de la autocompra, sin apenas relación personal, en donde se compra como autómatas y parece todo como frío, distante...alineado pulcramente pero lejano, aséptico...como un campo de concentración de los artículos...
Aún guardamos esos olores, sonidos...colores ...y aunque la ampliación de Valencia nos ha hecho, por comodidad, dependiéntes de éstos últimos...aquellos que ya solo vamos en alguna ocasión como “añorantes”, nunca lo olvidaremos.
Cada uno de nosotros tiene sus vínculos familiares, personales con él.
Al final unas fotos tomadas con amor y a modo de orla.
Facilito acceso rápido a otras que complementarían a las que siguen.
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