sábado, 9 de abril de 2011

Solo nos faltó...volar









¡ Dificilmente se puede vivir mas en 14 horas !. 


          Puntual como una corrida de toros, a las 8 de la mañana despegó el Ave que en alrededor de hora y media nos transportó a Madrid, en un viaje distendido y cómodo, a los amigos que tuvimos la suerte de decidir realizarlo. Paco Bono "acaudilló" (jo, que mal suena lo de Caudillo a estas alturas...!) ademas de encajar cada pieza del viaje al grupo formado por Milagros, Juanjo, Amparo, Vicente, Amparo, José luis, Amparo, Carmen y hermano, Raquel, Paco y el que abajo firma (os habéis dado cuenta la de Amparos que vinieron...?).


          He de felicitar a Paco Bono ( y ya me cuesta hacerlo...jajaja...! ) por la organización tan meticulosa que realizó. Cada cosa en su tiempo y perfecta. 





 Entre conversaciones, cabezadas, contemplación y poco mas los 350 km. un paisaje tranquilo a pesar de lo rápido del Ave, sin ruidos ni apenas "traqueteos" llegamos a Atocha.





                                                
                                        

         Caminamos hasta el Museo del Prado, bordeando el Ministerio de Agricultura y Jardín Botánico así, en minutos, ya nos encontramos, tras un cafenito en la Cafetería del Museo, recorriendo las Salas de Pintura. 


           Se formaron dos grupos. José Luis Medrano y yo visitamos las Salas de El Bosco y contemporáneos (genial el Jardín de las Delicias), Sorolla con su luz, Pinazo, Fortuny y sus acuarelas y óleos, Madrazo,  y especialmente Goya...desde bocetos a su tenebrosa pintura negra...un  deleite para el alma...


          Los demás visitaron otras Salas ademas de las que menciono. Todos siguieron la visita y yo me escapé a compartir dos horas con mi hija conociendo su entorno de trabajo y familia.




















       


           Pero lo que fue increíble es la sorpresa que le dí a mi nieto al visitarle en su colegio, en un entorno de bosques, jardines e instalaciones genial...visitando su clase, conociendo a sus compañeros y amigos y  disfrutando a la vez que compartiendo la emoción de lo imprevisto. Y poder desde ese momento imaginar su día a día. 




         A las tres y media habíamos quedado para comer en el Restaurante La Bola, en el centro de Madrid al lado de la Opera, famoso por como preparan el cocido madrileño. Llegué a duras penas por el tráfico en hora punta de un viernes y les alcancé en el segundo plato degustando una sopa que se cortaba y el resto del cocido que nos hizo comprender su fama.  El silencio fue la nota predominante de la comida...¡ cualquiera perdía bocado...! solo al finalizar los "garbacitos", tocino, verduras y carne empezaron a escucharse comentarios...y es que sabía a gloria.

         Caminando nos acercamos a las inmediaciones del palacio Real y disfrutamos las vistas de sus jardines y majestuosidad de su edificación en el entorno de una plaza de Oriente rodeada de esculturas pétreas y arbolado bajo y sobrio.


         Y mientras la mayoría fueron paseando hacia la Estación de Atocha, Carmen, Amparo y yo nos sentamos en la terraza del Café de Oriente, en una tarde veraniega, con vistas al Palacio y en una conversación relajada y reparadora...(nuestros pies y piernas desde hacía un tiempo ya no nos respondían) hicimos tiempo para mas tarde regresar paseando por la Zona de los Austrias...Mercado de San Miguel (reformado y con un ambientazo bárbaro), Mesones, Plaza de Tirso Molina...Antón Martín...y respirando ese aroma castizo llegamos a la Estación de Atocha donde esperaba el resto. Al poco tiempo subimos al Ave y ...de regreso a Valencia.  En sueños evoqué 14 horas de placer recién vividas.

      Y en la Estación de Joaquin Sorolla, de forma rápida, sin apenas despedida,  cada uno  regresó a su casa. Mas tarde vendrán los recuerdos y esos son absolutamente personales e intransferibles.          









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